Sidney Carron aborda la fotografía desde su matriz originaria, el trabajo de la luz, que desarrolla con una libertad plenamente asumida. Trabaja al aire libre, junto al agua, disponiendo cuerpos, fragmentos vegetales, ramas, piedras y otros elementos naturales directamente sobre la superficie fotosensible, dejando que el sol, el viento, la arena y el mar intervengan en la imagen.

Sus obras, presentadas en la Sakanagallery en Donostia, están hechas de siluetas flotantes, de pieles convertidas en luz y de huellas casi fantasmales. A medio camino entre fotografía y pintura, esas huellas se confunden con la ola o con la nube, como si cada obra fuera un fragmento de memoria dejado en la orilla.