La obra de Kardesch forma parte de la sensible herencia de artistas que recurren a la abstracción como soporte tangible de su relación con el mundo. El material trazado, agrietado, superpuesto, es portador de la memoria del tiempo, de las desapariciones y los borrones, del paso de los días felices o sin sobresaltos.

Kardesch, conocida por sus trayectorias vitales en las que la cesura daba sentido y trazaba líneas de horizonte, trabaja ahora de forma diferente con los materiales para traducir mejor el desplazamiento del tiempo. Menos lineales, las líneas se clavan en la pintura, cruzándose y superponiéndose unas a otras, añadiendo o sustrayendo materia a las superficies pintadas. El gesto del artista transforma, recorta y eclipsa luces y sombras sobre cielos oscuros y suelos arcillosos, dibujando cicatrices que se acumulan y nutren a la vez.

Otros lienzos, con sus colores más asertivos, brillantes o metálicos, conservan líneas en movimiento, tan inciertas como archivos intuitivos de la memoria. La irrupción del círculo calma la mirada y a veces suaviza la fragilidad del gesto. En otros casos, los equilibrios son huellas perdurables de un pasado enterrado, revelando la obsesiva permanencia del material.

La exposición en Didam contará con unas cuarenta obras del artista, especialmente concebidas para este espacio, escaparate efímero de esta nueva etapa de su proceso creativo.